Las alas de Ícaro

Corren días de postureo y florecimiento de la cultura Hipster, no es que me vanaglorie de esto pero puedo confesaros  que, en líneas generales,  no tengo ni idea de música. Como ya dije en anteriores ocasiones siento fascinación por lo repetitivo y ritmos muy básicos.

Tenía una espinita clavada, nunca había ido a ningún festival y el Festival Arenal Sound 2014 se ha perfilado como mi Woodstock particular. Siempre había oído eso en las pelis que dice yo estuve en Woodstock, un festival que marcó un estilo de vida y una generación.

No pretendo paragonarlo pero es cierto que la música, el ambiente y esos días te cambian, son experiencias que se se quedan dentro de ti para siempre.

Mi amiga Erika me ofreció la oportunidad de ir a este festival, un día en un concierto estábamos hablando de que a las dos nos gusta Placebo. Al parecer los escurridizos de Placebo siempre se le escapaban en concierto, por una razón u otra nunca conseguía verlos. Y allí nació la idea…iremos al próximo festival en el que toquen… Wellcome!! Arenal Sound!

Sin embargo la idea de pasar casi una semana en un camping no nos seducía demasiado, mi principal pega no eran las condiciones higiénico-sanitarias, sino el imaginar en sol de medio día pegando fuerte en la lona de la tienda mientras dentro podríamos freír huevos. Eso por no mencionar el ambiente alrededor de la tienda, personas que no se quieren ir a dormir y berrean durante horas y horas…Así que mi amiga busco alojamiento en un pueblo cercano…

NULES! De modo que ir y volver cada día del festival se conviertió en una odisea de caminatas, renfe, buses y lucha por un taxi libre. Todo ello compensaba por dormir en una cama blandita y con aire acondicionado, y disfrutar de una ducha decente.

Nos alojamos en el Hostal Pepe’s, sus dueños son muy atentos. Un día nos lo pasamos durmiendo y comiendo pizza en el cuarto, y tocaron para preguntar si estábamos bien.

Para las comidas lo teníamos solucionado en Casa Manu, tomamos paella, calamares, la famosa «enterita» Sepia a la plancha, mejillones, pasta carbonara, todo riquísimo. El propio Manu nos bajo a la estación el día que nos íbamos.

Todavía no hice el camino de Santiago, pero este año me he preparado a conciencia. En los casi 10 km que cubrían la distancia de Nules a la Playa de Burriana, donde se ubicaba el festival, tuvimos tiempo de sobra para filosofar, comentar e intentar buscar solución a un sinfín de cuestiones. La primera vez cogimos aquel camino casi al anochecer.

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El camino pasaba por grandes extensiones de naranjos, un paisaje verde y bastante homogéneo. Percibo algo de artificial en las cosas que son demasiado homogéneas, algo a lo que al hombre aspira y parece nunca terminar de alcanzar, esa perfección añorada. Y mientras tanto camino como una Eva de un paraíso primigenio, una especie de camino iniciático que no se muy bien donde porta.

O tal vez sí, porta a los cantos de sirena que te reciben en cuanto pisas suelo urbanizado…podría estar sonando: La pegatina o Iván Ferreiro, y nosotras llegábamos con la ilusión de los peregrinos.

Nadie parecía creer eso de que llegábamos andando, como nadie parecía creer que me compré un monopatín y me dí unas vueltas por allí.  Y me preguntaba, entre toda esa fauna, realmente te resulto tan extraña.

Conocimos a mucha gente, pero mis preferidos sin duda alguna fueron «los yogurines», un grupo de chicos y chicas que no tenía entrada para el festival. Los conocimos en la playa, en unos columpios, mientras me colgaba de unas anillas. Me llevo 12 años con ellos pero me hacen recuperar mi esperanza en la humanidad, tan risueños, tan extrovertidos. Siempre se alegraban de vernos y compartían lo poco que tenían. Iban todos los días allí, había tanto ambiente fuera del festival como dentro, ellos tenían una ventaja les venían a recoger.

Durante el festival descubrí un montón de grupos distintos. La actuación de Columpio asesino me marco, pensé: realmente para escuchar esto hay que drogarse.

Mientras ellos tocaban, empezamos a fantasear con formar un grupo, sobretodo nos dedicaríamos a las letras.

Lo llamaríamos: «Las alas de Ícaro» porque la música puede hacerte volar muy alto, porque aunque tus padres o la sociedad te digan que no hagas algo, tu quieres volar más y más cerca del sol hasta que la cera se derrita.

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Al volver a casa me he puesto a navegar y me he topado con «El vuelo de Ícaro» música barroca, creo que nuestro grupo imaginario seguiría más un estilo parecido al Columpio asesino.

Bonus track: Aquí os dejo una lista de todas las cosas que  me encontré en el festival. El truco esta en mirar al suelo…

-Una camisa vaquera sin mangas del estradivarius

-Un collar multicolor de coco

-Una pulsera trenzada de color fucsia

-Una chapa de La raíz

-Una linterna de aluminio

-Un mechero

-Un billete de 10 euros

-Un monedero con 25 euros

-Unas gafas sin cristales (muy Hipster) ni patillas ( extrahipster, jajaja)