Dedicado a Tamara de la Cruz, inspirado por la lluvia en Madrid.
Recuerdo aquel período de exámenes, solía madrugar y llegaba tan pronto a la biblioteca que había días en los que incluso ayudaba al bibliotecario a dar las luces. Llegaba el primero y me iba el último. Esa era mi rutina.
En numerosas ocasiones me distraía de los libros solo para ver llover. Miraba a través de las cristaleras lo gris del paisaje, oía la lluvia golpear en el cristal, por alguna razón todo ello me invitaba a hundirme en mis pensamientos…
Apareció un día sin más. La chica sin paraguas llegó empapada por la lluvia, se quitó el abrigo y se sentó a mi lado. Fue entonces cuando sonrío por primera vez.
Día tras día, llovía, y la chica sin paraguas se sentaba a mi lado. Un día decidí llevar un paraguas para ella. Pasamos una cuantas horas sentados uno al lado del otro, cada uno en sus respectivas lecturas, en sus respectivos pensamientos. De repente la chica sin paraguas decidió marcharse, con sumo cuidado recogió sus cosas y se dirigió a la salida, fuera continuaba lloviendo. La seguí y cuando cruzaba el umbral de la puerta le dije en tono quedo: -Perdona, te he traído esto. – Entonces le tendí un pequeño paraguas de lunares.
-No lo necesito.-respondió con una sonrisa.
-Pero si esta lloviendo a mares.- apostillé.
-Llueve más en mi corazón.-diciendo esto volvió a esbozar una sonrisa, que parecía aún mayor.
Se acercó a mí, me beso en la mejilla y me susurro al oído.-tu eres un Bodhichitta.-y salió corriendo bajo una densa lluvia.
-¿Qué significa le grité?.-Mientras permanecía tan estático como una estatua.
Se dio media vuelta y me miró a los ojos, pese a que ya se había alejado sus palabras me llegaron con una claridad cristalina.
-Un corazón despierto-dijo, me saludo con la mano y continúo corriendo. La seguí con la mirada hasta que no fue más que un punto en el horizonte.
No he vuelto a coger un paraguas.
Durante la época de exámenes tomo el autobús todas las mañanas para ir a la biblioteca pública. Cuando llego el chico sin paraguas ya esta allí, sentado en su silla. Intento buscar un sitio cerca de él. No soy demasiado silenciosa y casi siempre tropiezo con algo. Entonces él alza la vista me mira y sonríe.