¿Catarsis en nuestros días?

Las máscaras, ya sean de papel, barro o bronce, siempre me han fascinado, sujetarlas en lo alto y mirar a través de sus ojos. Ponérmelas y fingir ser otra persona.  Me llamaba poderosamente la atención que siempre fueran juntas, e inseparables la tragedia y la comedia. Las recuerdo casi como un símbolo, que evoca una palabra: Catarsis.

Aquella palabra ingreso tempranamente en mi universo infantil, me costaba comprender porque a la profesora de lengua le había dado tan fuerte con el tema de la catarsis. Al parecer yo podía recitar perfectamente toda aquella lección sobre el teatro clásico y el papel de la catarsis sin llegar a establecer de un modo definido de que se trataba todo aquello.

Me asaltaban tantas dudas, la idea de un destino, el futuro estaba escrito de antemano y no se  podía escapar de él. Muchas veces, los personajes intentando escapar de este trágico futuro predicho por los oráculos se hundían más y más haciendo que se cumplieran sus tragedias personales.

Hoy en día encuentro personas en mi camino que me recuerdan a esos oráculos griegos que dicen: «Si esta de que estés con esa persona, lo estarás» o «No te preocupes ya encontrarás tal trabajo».

Francamente dudo mucho, en que la no actuación o el simple hecho de dejar que las cosas sucedan nos lleve a buen puerto, me niego a creer que no puedo escapar de un terrible destino como si mi vida fuese una tragedia griega o que hay una serie de daños irreversibles que no seré capaz de reparar.

Creo que tu destino cambia en función de tus decisiones  y que existen momentos clave en los que según la decisión que tomes, te cambia como persona.

Sin embargo, sigo admirando el poder purificador de las tragedias griegas, esos grandes dramas que buscan el equilibrio moral dentro de la persona.

Considero que hoy en día hay multitud de obras que podríamos llamar «catárticas», aunque cada obra tiene su momento y su público.  Esas películas que te atrapan y te envuelven en la trama, en las cuales tienes empatía total con el protagonista. Cambian cosas dentro nosotros, nos inspiran, nos hacen querer ser mejores.

Porque ya fuera en un anfiteatro de la antigua Grecia o en un multicine  de barrio todos contenemos la respiración cuando el personaje da su discurso final. Podremos manejar toda la tecnología del mundo pero en nuestra sociedad seguirán existiendo los dilemas morales del tipo: ¿ Debo mentir para obtener aquello que deseo?

Las intrigas, pasiones y deseos siguen siendo las mismas que hace más de 2000 años, ¿Realmente hemos avanzado tanto?