Salí de mi zona de confort y aparecí en Berlín

Dedicado a Antonio, sin duda nos hemos conocido fuera de la zona de confort.

La semana pasada asistí a una formación de empresa, normalmente me lo paso en grande y lo doy todo. Esta vez me costaba un poco más de la cuenta estar sentada y prestar atención a lo que se decía, será que tenía la cabeza en otras cosas…

Como siempre lo mejor de las formaciones son los compañeros, compartes experiencias del día a día, conoces un poco las problemáticas que tienen en otros departamentos. Pero sin duda,  mi momento favorito es la comida y el café, en esos momentos ya  si que estoy a mis anchas.

El caso es que estuve hablando con mis compañeros acerca de las rupturas y como siempre hay casos mucho peores que el mio pero eso no me ayuda. Nunca estuve en un hospital ingresada, pero sería algo así como establecer comparaciones entre enfermos, en plan  lo tuyo es crónico, lo tuyo es operable, no sé lo ideal es no estar en un hospital. De modo que también lo ideal sería que este tipo de situaciones no existiese…

A mitad de conversación, una persona nos pasó un móvil con la siguiente imagen:

zona_de_confort

 

Una de mis tertulianas, se puso fatal, dijo que semejantes frases le ofendían.  El gallinero estaba muy alborotado, tanto que me llamaba la atención no haber iniciado todo aquello.

Entonces comencé a explicarle el concepto de zona de confort a la persona que tenía a la derecha. Le dije que yo había leído varios libros en los que se nombraba. Se trataba de los límites cotidianos de nuestra vida y aquello con lo que nos sentimos cómodos.

Por ejemplo, seguir siempre en el mismo trabajo, sin ascender, sin emprender ni nada de nada. Comer siempre la misma comida, si ya sabes que te gusta ¿Por  qué vas a cambiar? Hablar con las mismas personas, ir a los mismos lugares, leer el tipo de cosas que siempre lees… y así un sinfín  de cosas que nos definen y a la vez delimitan.

La persona que se alboroto tanto se lo tomo por el sentido de que cuando una persona/pareja ya no te sirve la puedes desechar como si  se tratase de un vaquero viejo.  Pero la imagen no transmite ese mensaje, no habla de nuestra relación con otras personas, sino de la relación que mantenemos con nosotros mismos y con nuestro entorno.  Obviamente cuando estas muerto en vida los demás también lo notan y solo quedan a tu lado las personas de verdad pero esa es otra historia…

Volvamos a mí zona de confort, cuando eres pequeño esta zona es también pequeña y en ella encuentras lo que necesitas, pero poco a poco según creces la zona crece contigo. Como le expliqué a mi compañera para mí hablar en público no supone salir de mi zona de confort ya que mi trabajo exige estar constantemente hablando con desconocidos, de hecho tengo serios problemas a la hora de trazar la línea que separa al conocido del desconocido. Es verdad que la presión aumenta si se trata de presentar algo ante una audiencia especializada o en un idioma que no es el mio. Pero a fuerza de cruzar estos límites, me va resultando más fácil cada vez.

¿Qué tiene que ver Berlín con mi zona de confort?

La primera vez que visite Berlín fue como si me dieran una patada en toda la cara, una sensación violenta y mala, seguida de una gran tristeza. Era como si Berlín pudiese sacar lo peor de mí. Cuando volví a casa eche pestes y me prometí a mi misma no volver a menos que fuese estrictamente necesario…Ocho meses después mi amigo Fer me dio la oportunidad de ver a mi amigo Sergio y darle una sorpresa, no me lo pensé dos veces y reservé un vuelo.  La segunda vez Berlín no me pareció tan amenazador, es más, ahora me gusta mucho, quizá todo estaba en mi cabeza desde el principio.

Cuando estuve allí me quedé prendada de un chico, suena bastante cursi pero creo que es la mejor manera de expresarlo. Había dos problemas para poder regresar: tiempo y dinero. Los dos máxi-enemigos que te acechan fuera de tu zona de confort por no hablar de miedos irracionales de todo tipo. Mi primer impulso fue decir: «No puedo» últimamente tengo mucho cuidado de no decirme nunca esas palabras y si lo hago las analizo e intento poner remedio.

El resultado fue que cuando me decidí conseguí el tiempo (poco) y el dinero (mucho) y con ello pude decir de nuevo sí,  «Sí puedo».

De modo que he salido una vez más de mi zona de confort y he pasado un gran fin de semana. He visitado el festival de las culturas en Berlín, me he hecho un tatuaje de henna que no me ha durado ni dos días y me recuerda lo efímero que es todo, ja ja ja. He tomado el sol en bikini en un parque público, con lo que crítico cuando aquí se ponen en frente del Palacio Real. He cumplido mi legado do Tibu en un patio interior con un cubo de agua, he corrido 5,5 Km para después bañarme en un lago del parque.

Lo del lago os aseguro que no es salir de la zona de confort, es bombardearla, tengo especial aversión por el agua y en general las masas de agua en las que no se ve el fondo.

De modo que puedo decir que esta vez si que pasé a lo grande por debajo de la puerta de Branderburgo y que Berlín ya ocupa un puesto entre mis ciudades favoritas, como Granada, Benevento o Estambul. Aunque lo más importante no son los monumentos sino las personas que habitan allí, son las que hacen grande el viaje.

No es que os invite a salir de vuestra zona de confort, os invito casi a poder una bomba para que no podáis regresar jamás…a veces la evolución requiere de una revolución!

 

 

 

 

 

 

 

Nos gustan las sorpresas

Luces apagadas. Todos, detrás de una puerta, agazapados debajo de una mesa o escondidos detrás de un sofá. Hay tanto revuelo que parece el juego de tinieblas.

-Schh…Schh…Que viene, que viene!

-Calla que te va a oír!

Todos juntos.-¡Sorpresa!

Y entonces la cara del homenajeado se ilumina y todos aplauden. Todos los participan en la sorpresa. Mientras das una sorpresa no estás para ti es el momento del otro. La magia de las sorpresas nunca me deja de maravillar…

Hay muchos tipos de sorpresas, están románticas que se hacen con muchísimo amor pero que al final resultan en la compra de un montón de chuminadas inútiles, dentro de esta categoría también clasifico la tipo: viaje romántico. Consiste en ese viaje sorpresa a donde siempre soñaste o nunca imaginaste, en el fondo es igual porque lo que importa es la sorpresa. Sin duda, prefiero el viaje.

También esta la fiesta de cumpleaños sorpresa, un clásico del repertorio. Conseguir que el que cumple años no se enteré de que le van a dar una fiesta sorpresa es toda una hazaña, reservada solo a personas con suma picardía y sutileza. Para no desvelar este tipo de cosas intento mantenerme el mayor tiempo callada…A veces guardo también un secreto o una sorpresa que se me olvida.

Y por fin llegamos a mi categoría favorita: las sorpresas erasmus. Consisten en que aparezca uno o varios amigos del erasmus que no esperábamos, llevo años involucrada en diferentes tipos de eventos y quedadas, y siempre como guinda hacemos algo así.

Esta vez, la que sorprendo soy yo. Cuando leáis estas líneas estaré en Berlín con mi amigo Sergio. Si, amiguitos, si es otro español más que emigro a Alemania. Pero en su caso es para bien.

La idea a sido de Fer, español que vive en Roma. Como podéis comprobar la única de esta historia que continúa anclada a Madrid soy yo y es al mismo tiempo una bendición y una maldición.

Desde que terminó mi erasmus, me he ido recorriendo distintos puntos de la geografía española y europea. Cuando viajas para ver a amigos erasmus, deja la guía de viajes en casa, no la vas a necesitar.

No vas a ir a los típicos sitios turísticos, bueno, algo siempre cae… la puerta de Brandeburgo, el muro, el Check Point Charlie, memorial de Mauer Park, mercadillos, cervecerías…Pero olvídate de liarte a hacer fotos como a todo como un japonés. Lo que  ocurre realmente es que dejas de ser un turista y te mezclas con la gente del lugar, vives la ciudad siendo parte de ella, esa es mi idea de viajar y la de muchos otros.

 

«Basta un poco de espíritu aventurero para estar siempre satisfechos, pues en esta vida, gracias a dios, nada sucede como deseábamos, como suponíamos, ni como teníamos previsto.»

Noel Clarasó