Sueños turcos

Corría el año 2008, un año en el que sino recuerdo mal, todavía nos comunicábamos por messenguer. Estaba ansiosa por saber todo lo concerniente al lugar donde me mudaba, la pequeña y misteriosa ciudad de Benevento. Quería saberlo todo donde viviría. ¿Piso o residencia? y sobre todo, ¿Con quién?

Dado que la experiencia del piso compartido ya la había vivido, me decidí por la residencia, siendo nacida en Madrid una persona tiene pocas excusas para estar en una residencia. De hecho, me solía resultar complicado  explicar porque vivía en un piso compartido viviendo mi familia en Madrid.

Una vez tomada la decisión, fue fácil localizar la única residencia de la ciudad «La Forestería», mis antecesores habían realizado hasta vídeos de el acceso a la residencia, la cocina, el salón y las habitaciones. Incluso conseguí contactar con un chico que ya estaba allí. Pero resulto que mi contacto español, parecía reírse de mi.

Me decía que las «singolas» estaban muy cotizadas y que me tocaría compartir habitación con un turco. ¿Perdona? ¿Habitaciones mixtas e internacionales? Me parecía un auténtico escándalo.

Así que pase varios días con aquella historia en la cabeza, lamentándome ante mis familiares, amigos y compañeros de trabajo. Nadie escapaba del mazazo de la historia de «dormir con un turco».

Pero a veces la vida te da grandes lecciones y cuando te ocurre, lo peor aquello que no tolerarías por nada del mundo, te das cuenta de lo necesario que era y lo que cambia tu modo de ver las cosas.

A finales de mi erasmus yo dormía en la misma habitación que mi  amigo Recep Kaya, había un sin fin de habitaciones libres pero yo prefería dormir con mi amigo porque tenía miedo por las noches en aquella residencia tan grande y vacía. Fui yo misma quien le pidió que durmiese conmigo y más tarde le seguí hasta San Nicolla de Arcella en la región de Calabria donde el trabaja en una Vineria y pasamos varios días cocinando, ayudando en la vineria y disfrutando de la playa.

Mi relación con Turquía y sus gentes empezó ese año, creo que nos sucede a todos que cuando empezamos a absorber rasgos de una cultura queremos visitar el país del que proviene.

Estando en otra de las habitaciones de la Forestería, en este caso la de Bayan de origen iraquí, me fije en un calendario que tenía un montón de imágenes de sitios fantásticos…¿De donde son estas imágenes?

Son de Turquía, me lo han regalado los chicos- me respondió.

Había imágenes de ruinas, imágenes de desierto, globos de colores, playas de ensueño y algo que yo bautizaría las «piscinas del cielo o el lugar más bello del mundo». Se trataba de Pamukale, en aquel momento supe que tenía que ir allí…

Este verano por fin he cumplido mi sueño, en mi segunda visita a Turquía. Hasta ahora no había escrito nada sobre Turquía porque pienso que mis palabras nunca estarán a la altura de su belleza y de las sensaciones y experiencias que he vivido allí.

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Hace unos pocos días, Recep compartió este vídeo en Facebook, a mi me hace llorar, a veces la belleza me hace llorar. Parece como si se hubiesen metido en mi mente y hubieran reproducido muchos de mis recuerdos.

No se lo que despertará en vosotros, tal vez las ganas de visitar Turquía, o de coger una mochila y echar a andar por el mundo.

En cualquier caso creo que os gustará…

 

Síndrome de Stendhal o la expereriencia estética llevada al límite.

Dedicado a Sara Sánchez  y Daniel Palicio, estudiantes erasmus, en recuerdo a nuestro viaje a Florencia la primavera de 2009.

Nos conocimos en Florencia y fue amor a primera vista. Pese a que la leyenda de la fuente del «Porcellino» dice que no regresaré a esa ciudad sé que volveremos a encontrarnos…después de todo un coloso de más de 5 metros de altura no puede ir danzando por ahí tranquilamente.

Os hablo del David de Miguel Ángel y cualquier cosa que pueda escribir sobre su belleza o grandiosidad no le hace justicia, es la perfección sobre la perfección. Es definitivamente, mi síndrome de Stendhal.

El síndrome de Stendhal es un de esos conceptos que te atrapa y que con un poco de suerte puedes experimentar:

-La realidad se nos presenta más ligera: al contemplar la composición artística.

-Nos altera la vivencia del tiempo: el tiempo parece hacerse detenido o transcurrir lentamente.

-Nos olvidamos de nosotros mismos, el yo parece desaparecer, y sé es tan solo un observador.

-Aunque se  vive con mucha intensidad esta experiencia, parece después desaparecer y dejar paso a una realidad más dura.

Realmente es como si todos los sentidos se volvieran locos ante tanta belleza, después es como si esa sensación tan intensa te abrumara, es por eso que en algunas personas se producen desmayos.

Pero la belleza no solo esta en el arte se puede encontrar en cualquier campo: las matemáticas, la física, la geología o mi adorada biología son solo algunos ejemplos.

Para Stendhal fue la Basílica de la Santa Croce, para mí el David de Miguel Ángel y para el profesor Jesús Francisco Jordá el paisaje de Laguna Brava donde descubrió la Geología en su máxima expresión.

¿Y para ti? ¿Alguna vez has experimentado el síndrome de Stendhal?