Arte contemporáneo: la videoinstalación

Parece ser que un día los artistas se cansaron de cultivar las antiguas artes de la escultura, la pintura, el tapiz o el grabado. El lienzo se les quedo pequeño. Los antiguos soportes ya no molaban, por no mencionar el lado figurativo y realista, ahora cuanto menos se parezca a nada que hayas  visto mejor. De hecho creo que a veces nos engañan como a chinos cuando pintan un punto en una pared o dejan ropa tirada por el suelo.

A pesar de ello vivimos días donde la originalidad y la frescura verdaderas aún están presentes. En los últimos días  he encontrado a un fotógrafo que me ha sorprendido y que considero un verdadero artista de nuestros días, se trata de Nicolas Bruno , que hizo de su debilidad su fuerza. Sufre de parálisis del sueño y ha aprovechado para reproducir las imágenes que vienen a su mente en fotografías en las que el crea extraños personajes y situaciones.

El mismo día que visitamos el jardín japonés en la Nave 16 de Matadero de Madrid, visitamos también «El Péndulo» de Maya Watanabe. Para empezar, yo no tenía ni idea de lo que es una videoinstalación, me dio la sensación de estar en una especie de lavadero de cerebros, oscuridad total en la sala y dos pantallas gigantes con tres hombres que repetían versos o cantaban cánticos de la Torah, cantos gregorianos y tilawats del corán.

Las tres principales religiones monoteístas estaban allí, y parecían algo realmente amenazador. Creo que todavía no os he comentado cuanto amo la belleza, la belleza es luz, es pureza, es proporción…aunque a veces tiene otros rasgos más siniestros como las fotografías de Nicolas Bruno, hay sufrimiento pero notas la belleza.

En aquella videoinstalación solo capté una Torre de Babel y despertó en mí un miedo esencial a lenguas que no conozco. Aún así por pura curiosidad deberíais  visitarla, tal vez cause un efecto distinto en vosotros.

Imaginad por un segundo una sala con luz clara, imágenes del mar, de praderas, plantas en flor armonía total. ¿Es tan difícil aspirar a la belleza natural?

 

Un particular jardín Japonés y el modo en el que observador entiende el arte contemporáneo.

Últimamente creo firmemente en que aquellas cosas que nos quedan por aprender o resolver vienen a por nosotros cuando menos lo esperamos, o cuando casi estábamos a punto de olvidarnos de ellas…

Magia! siempre magia, como la que hoy en el metro ha realizado aquel hombre extranjero que en vez de conejo tenía un ratoncillo en una cajita. Y como siempre era incapaz de ver los hilos, del mismo modo tampoco soy capaz de vez los hilos de mi destino.

Pero volvamos al tema de hoy: El jardín japonés. Hoy toca cerrar los ojos y evocar otra época, otra cultura y otros códigos de comportamiento. Una manera diferente de contemplar la naturaleza.

La obra que aquí os relato la podéis ver hasta el 20 de Abril en la Nave 16 de Matadero.

UN JARDÍN JAPONÉS: TOPOGRAFÍAS DEL VACÍO. Esther Pizarro

Todo comenzó cuando mi amiga Erika me comento que en las instalaciones de Matadero de Madrid, habían «construido» un jardín japonés y realizaban una visita guiada con taller. Todo aquello sonaba realmente bien, así que sin pensarlo dos veces nos apuntamos.

He de reconocer que no me informe en profundidad del asunto, por no decir, que con oír las palabras «jardín y japonés» todo lo demás parecían solo detalles. Y claro, los detalles resultaron ser cruciales, ya que se trataba de una obra de arte contemporáneo y un taller para trabajar también la creación artística.

Resumiendo, al final salí ganando porque las mediadoras de la actividad: Sara y Paula no solo me explicaron los elementos esenciales del jardín japonés. Sino que entre todos compartimos impresiones e interpretaciones de lo que transmite, significa o representa el arte contemporáneo. Era un grupo bastante heterogéneo en cuanto a edad, me llamo la atención la presencia de un par de familias y sobre todo la sinceridad de una niña que al presentarse dijo no saber porque se encontraba allí.

Antes de ver el jardín nos pusimos unos patucos para no manchar el suelo, que más tarde resulto ser sal y representaba el elemento agua en el jardín, a mi me recordaba una barbaridad a un jardín Zen, solo que en este caso las dimensiones eran gigantescas y al final de la jornada se rastrillaba con un rastillo normal en lugar de diminuto.

El primer ejercicio consistía en entrar en la instalación con los ojos cerrados y caminar un poco para acercarse a la obra, se trataba de oír el jardín y sentir la «arena» bajo nuestros pies.

El sonido era el del mar, algunos decían que oyeron ruidos hojas y bosque pero yo solo percibí el mar y el suave crujido de la sal bajo mis pies.

Abrí los ojos cuando me encontraba muy cerca de las estructuras, tenía la impresión de que podía tratarse del mapa de Japón y le dije a Erika que estaría muy bien observarlo desde arriba para poder abarcarlo en su conjunto.

Tenía unos colores preciosos, pero lo que más me gusto era como ese jardín hacía sentir a la personas, la gente sonreía, se hacía fotos, se notaba que lo estaban pasando bien. Un grupo de niños correteaba sin cesar, en busca de trozos pequeños de musgo o liquen caídos de la obra. Un niño me mostró un trozo y le dije que aunque fuese del suelo mejor sería que lo escondiese no sea que alguien creyera que lo había arrancado. Varios niños continuaron con la búsqueda y algunos hasta encontraron sal teñida de rosa.

Creo recordar que había un total de 22 bonsais que representaban las ciudades más pobladas de japón y que los colores del musgo hacían referencia a las distintas densidades de población.

Entre los cortes y pasadizos, se observaban paneles iluminados, que representaban a las casas de Té que hay todo jardín japonés que se precie. Representaban esas puertas correderas hechas de papel de arroz. Creo que si en aquella nave hubiese habido algún japonés se hubiese sentido identificado con aquella obra.

Me gusto bastante, tal vez por que desde siempre me han gustado las maquetas y los belenes, y esta obra tiene un poco de ambas. Imagino a la autora colocando trocito a trocito.

Una gran sorpresa fue que la autora estaba entre el público del taller y que se trataba de una de las madres de familia, tenía el pelo color caoba y un abrigo llamativo, pero aún así en ella resultaba elegante. Quizá porque su rostro era sincero y su voz calmada.

Un señor que me recordaba a un actor que tal vez nunca conocí, expreso perfectamente mis sentimientos (muchas veces no distingo entre sentimientos y pensamientos) acerca del arte contemporáneo. Dijo que el arte contemporáneo debía de ser explicado, que el observador no captaba todos los detalles de la obra a simple vista como en un cuadro. Esto genero un debate, uno de esos en los que todos llevan parte de razón pero depende de la interpretación que le des.

Otros dijeron que simplemente se trataba de que el observador tenía que ser más activo y tenía que participar en la obra. Era algo así como cerrar el círculo que el «artista» había dejado abierto.

Las mediadoras hablaron de descubrir los códigos mediante los cuales el artista se comunica con el observador. Las obras de arte contemporáneo están abiertas a múltiples interpretaciones.

He de confesar que todas las aportaciones me parecieron casi indispensables, sobre todo porque me hizo regresar al tema de la Proactividad.

Es como un Ey! ya ni tan siquiera se puede ver una obra tranquilo y ya esta, no señor, hay que darle al coco y sacar tus propias conclusiones.

Como broche final llego el momento de la creación, se trataba de completar el jardín con dibujos en la sal, que representaran, peces, corrientes marinas, lo que se nos ocurriese.

Comencé trazando una línea muy marcada desde una de las plataformas hacía el límite del jardín. Pensaba que sería la ruta de un barco, pero después le quise hacer una marcas como a los vientos en los mapas del tiempo. Y pronto me di cuenta de que se trataba de la columna vertebral de una ballena. Era la ruta de un barco ballenero.

Otros representaros las fallas o placas sobre las que se asienta Japón. Los niños hicieron una montaña de peces. El señor actor represento el símbolo de la radiatividad. Otra persona líneas sinuosas que acababan en una espiral, que representaba las conchas del fondo marino.

Me dí cuenta de que todos llevamos dentro un pequeño artista contemporáneo. ¿Y tu vas a liberar al tuyo en un jardín Japonés o en la arena de la playa? ¿O tal vez uses la cuchara con la que remueves tus cereales?